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Opinión

En la población del piedemonte: mi primer libro de cuentos

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Por: Juan Carlos Niño – Asesor legislativo – Escritor.

“En la población del piedemonte – Cuentos” es parte de mi esencia, explica el génesis de mi vida, pinta con palabras el mágico ambiente de donde provengo –que salvaguarda una cordillera de atrevidos bustos y un imponente murciélago- en donde esquivé con mi Monareta Monark Galaxia el barrial de las calles destapadas –entre el Barrio La Campiña y el Colegio La presentación- huyendo aterrorizado de la mirada penetrante y avallasadora de “La malévola Bruja de Balconcitos” –me vigilaba desde el Cerro El Venado- quien aspiraba con placer el rápido y angustioso pedaleo, el agitado palpitar de mi corazón y el escalofrío del cuerpo, con la (…) sugestión que ella se convertía en el árbol de Acacio…”.

Estos once (11) cuentos es un decálogo de deseos y delirios, ilusiones y temores, certeza y paranoia, como cuando despierto en mi vieja casa –la del barrio Libertador- y encuentro “gente vestida de negro que entraba y salía silenciosamente (…) tropecé con algo, di la vuelta y vi  un ataúd que se iba poblando de coronas…”, siendo “Revelación Tardía” –como lo diagnosticó el connotado psicólogo Jairo Estupiñán- un grito inconsciente y doloroso por la trágica desaparición -a finales de los ochenta- de mi Padre Julio Roberto Niño Páez.

“En la Población del piedemonte” oscila entre el sufrimiento por el amor platónico a la adolescente “Parafina” -mencionado en “Pobre Tom, por tan…”; el temor infantil a las crueles predicciones “(…) del Profesor Lémber en La Voz de Yopal” –desenmascarado por un “error técnico” en una de éstas- y la imperdonable “Tumbada a doña Eufrosina en el parque de Yopal” –por parte del periodista Carranza- que siempre ocasionó en mí una tremenda angustia y solidaridad con ella, formando la sana y necesaria costumbre de no tumbar a nadie y pagar oportunamente mis deudas.

Este puñado de cuentos, ha madurado desde que soñábamos ser grandes escritores con mi amigo Pedro Soaterna –cuando montamos a finales de los ochenta en Yopal la obra de teatro “Los Fantoches” de Carlos Solórzano- pero que el ritmo de la vida diaria los dejó en un  viejo cuaderno –incluso en los recovecos de la memoria- pero que con los años desempolvé –para superar una crisis sentimental- dando vida por fin al cadáver que se sale de su ataúd –mientras era transportado a La Chaparrera en el platón de una volqueta- y que pasó el estricto y nada compasivo examen de Soaterna a “No ha dejado de llover”, con su vieja lupa y su infaltable “Manual del perfecto cuentista” de Horacio Quiroga.

Otros cuentos de esta compilación se mencionan en el Prólogo de este libro, escrito por el maestro Hernán Fajardo –miembro fundador del “Centro de historia de Casanare”- que se convierte ni más ni menos que en una “graduación”, como contador “autorizado” de relatos, historias, cuentos y anécdotas de nuestro entrañable y amado “Casanari” –vocablo indígena saliva- siempre con el ánimo de heredar a las nuevas generaciones, un testimonio escrito de nuestro inédito “sincretismo cultural” –no solo llanero- minado de ritos, costumbre, fantasías, desde que Yopal era un sitio de paso, para adentrarse a la sabana o retornar al interior del País.

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Con “Tragedia en la manzana roja” –en donde Rupertino Suárez muere por su frustración de no bailar con “La Topocha”- sucedieron de repente tres (3) acontecimientos maravillosos, que indudablemente enriquecieron aún más a este trágico, pero entretenido cuento:

Primero, la amable y generosa aceptación de Magdalena Vargas, ante mi propuesta de convertirla en el personaje central “imaginario” de esta historia, siendo sencillamente genial porque Magdalena es un ícono de la belleza de la mujer casanareña, y en consecuencia el amor platónico de casi todos los adolescentes en la década de los ochenta.

Magdalena, Gracias. Pendiente un café.

Segundo, la grata sorpresa de convertirse este cuento en un extraordinario “audiocuento” –incluido en la versión digital de este libro “En la población del piedemonte”- bajo la producción y realización de la talentosa publicista Adriana Serna, quien quedó convencida con el mencionado cuento –también llamado “La caldera del diablo”- que en su momento le hizo llegar nuestro amigo común, el periodista Jorge Luis Ospina, y que solo bajo la magia de Adriana, pudimos escuchar cuando Rupertino llega a la Manzana Roja –entre la luces intermitentes de la discoteca- mientras se escucha a todo volumen el clásico “Dame tu querer” de los Ocho de Colombia.

Sin palabras, Adriana. Espero algún día agradecerte personalmente con un gran abrazo.

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Al escuchar nuevamente el audio cuento de La Manzana Roja, caí en cuenta que el relato de Adriana se cerraba con la canción “Gracias Yopal” de Walter Silva, lo que de inmediato requería “autorización” de nuestro querido maestro de Pore (Casanare) –nominado al grammy latino- que se encargó de “gestionar” mi colega y amigo Jimmy Gómez, mánager de Silva, quien media hora después me confirmó la amable autorización del maestro, dado el carácter y alcance cultural de este libro “En la población del piedemonte”.

Jimmy, como siempre, nunca me fallas, amigo.

De hecho, el inicio artístico de Walter Silva fue precisamente en ese Yopal de “En la población de piedemonte” –cantó por primera vez en el mítico y extinto “MI viejo cuatro”- y estoy absolutamente seguro que “La Manzana Roja” también está en el radar de sus querencias y añoranzas, hasta tal punto que este cuento cobra aún más vida con esta canción, como si esta celebre interpretación fuera compuesta precisamente para la tragedia de Rupertino. Gracias, Maestro

En consecuencia, aprovecho la oportunidad para sugerir al Maestro Walter Silva, con respeto y entusiasmo, componer la canción “La tragedia en la manzana roja”, en donde su prodigiosa voz –acompañada de un seis por derecho- le cuente al mundo, que un osado y humilde criollo pretendió bailar con la despampanante llanera Magdalena Vargas, hermana del también mítico piloto y coleador “Julio Topocho”. Amén.

Coletilla: La versión digital de mi libro “En la población del piedemonte – Cuentos” se publica la primera semana de julio, y la versión impresa en la primera semana de octubre, teniendo un costo –incluidas las dos versiones, más una actualización legislativa- de tan solo 50 mil pesos.

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Desde ahora pueden reservar esta obra literaria, incluso pagar por anticipado estos 50 mil pesos, al Cel. 3105513915 (Nequi – Daviplata, o a Juan Carlos Niño Niño, Cuenta de Ahorros Bancolombia 62936251361).

Yopal (Casanare), domingo 12 de mayo de 2024.

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Opinión

¡Música, maestro!

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 Por: Juan Carlos Niño Niño – Asesor Legislativo – escritor.

El pasado martes, la Plenaria de Senado aprobó un proyecto de ley que “reconoce, promueve y fortalece el sector de la música en Colombia”, como una valiosa contribución al desarrollo y satisfacción de los derechos culturales, teniendo como autor y ponente respectivamente a los Senadores Angélica Lozano y Julio Alberto Elías Vidal.

La iniciativa legislativa –que ahora pasa a la Comisión VI de Cámara- crea un Fondo Cuenta Especial del Sector de la Música (Artículo 4), que bajo la coordinación del Ministerio de Cultura, las Artes y los Saberes, “será un instrumento financiero de apoyo a la ejecución de las políticas culturales relacionadas con el sector musical”, que tendrá como destinación la formación de agentes del Sector de la Música en Colombia (SMC), funcionamiento de redes de escuelas y emprendimientos musicales, investigación y documentación, como también procesos de asociatividad.

El Artículo 8 reestructura el Consejo Nacional de Música, que permita ampliar y ajustar las funciones del mismo, con el aspecto novedoso de “incorporar la participación de los distintos agentes del Sector de la Música en Colombia (SMC)”, mientras en el Artículo 9 se resaltan funciones como los lineamientos de política pública “para el desarrollo cultural, artístico, patrimonial industrial o comercial”, como también una proposición acogida al Senador José Vicente Carreño Castro, en el sentido de que este Consejo presente propuestas y modificaciones para fortalecer el sector musical, en los respectivos planes de desarrollo y presupuestos nacional territoriales, incluidos los diferentes planes, programas y proyectos de cada entidad gubernamental.

A la iniciativa no le podía faltar las medidas de inclusión, como reconocer “las prácticas musicales y sonoras de base comunitaria”, que emergen “de la cotidianidad, de los saberes y de las vivencias de sus territorios”, sin faltar la exención de IVA a elementos musicales “sobre las ventas los instrumentos musicales, software y hardware de edición y creación sonora”.

Finalmente, el Artículo 17 autoriza que “los instrumentos musicales podrán ser transportados como sustituto de la pieza de equipaje de mano en cabina, siempre y cuando sus dimensiones no excedan de 55cm x 35cm x 25cm o 115 cm lineales y no se supere el peso máximo establecido de 10 kg”, que aunque pareciera una medida básica y elemental, facilita de hecho la actividad de nuestros artistas, quienes deben afrontar un sinnúmero de dificultades, y ahorrarse cualquier costo termina por aumentar su beneficio personal y colectivo.

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Coletilla. A propósito del Senador José Vicente Carreño, está como citante nuevamente a un debate de control político este miércoles a las 10 AM en la Comisión Segunda del Senado, para solicitar por segunda vez a la directora del ICA Paula Cepeda, por el incumplimiento en iniciar con celeridad el proceso de levantamiento de la franja sanitaria porcina en Norte de Santander, Arauca y Casanare, como se comprometió en el pasado debate de abril en la Célula Legislativa, que igualmente fue citado por el Senador Carreño, en coordinación con las asociaciones porcinas de estos tres (3) Departamentos.

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Opinión

Consumo de alcohol: ¿un problema de salud mental en Yopal?

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Por: Juan Carlos Niño Niño – Escritor – Asesor Legislativo

Mi residencia está ahora entre las ciudades de Bogotá y Yopal -este último por motivos de salud de mi Mamá- lo que nos llevó a rentar un agradable apartamento en el Parque Las Flores en el Barrio Los Helechos, entre otros aspectos porque arrendamos toda la casa para la ampliación del Restaurante de Comida Peruana “Sebiche”, en la calle 11 con Carrera 26 (Barrio Libertador).

El ambiente en el Parque Las Flores es excepcional, no solo por la seguridad que la da un CAI de la Policía, sino que además irradia una infinita tranquilidad, con un bosque frondoso de acacios, yopos, mangos, convirtiéndose en un verdadero placer recoger del suelo los hobos de la niñez –untados de tierra y con un sabor agridulce- la magia de su luminosidad y la constante actividad física de cientos de personas, que salen a caminar o trotar alrededor del Parque, en donde ahora se unió el autor de esta Columna Dominical, escuchando con audífonos las extensas y agotadoras plenarias del Senado.

A  unos cien metros de una de las esquinas del parque, está un conocido y confortable supermercado, a donde acudo en las noches a comprar un par de cosas para la cena, después de caminar más de una hora en el parque, y es aterrador encontrar entre semana a la mayoría de personas consumiendo alcohol -no solo en la noches sino en la tardes- en donde uno se pregunta por el proyecto de vida de los mismos, que al parecer está reducido a tomar a diestra y siniestra cerveza y aguardiente –en algunos casos Ron Bacardí- sentados de manera cómoda y sin afanes en mesas con parasol, al ritmo estridente de cumbia, salsa, vallenato y música popular.

Esto no es de ninguna manera responsabilidad del establecimiento, porque sencillamente cumple con su objeto comercial –amparado por la Constitución y la Ley- sino más bien de una sociedad que ha “normalizado” el consumo de alcohol, sin importar el día y a cualquier hora, con el viejo adagio yopaleño de “tomarnos una para la sed”, porque “está haciendo mucho calor”, porque necesitamos “relajarnos”, o sencillamente porque se asoció el consumo a una manera de vivir, en donde el “precioso líquido” es imprescindible para ser feliz, cuando al contrario la embriaguez nos aleja de lo realmente valioso de la existencia, porque la claridad mental –como también el bienestar físico- es absolutamente necesario para este corto paso por la vida, desde la elemental función de respirar bien, hasta la sensibilidad de contemplar un maravilloso amanecer llanero.

Al llegar en las tardes o las noches a este supermercado, no puedo creer que personas de diferentes edades –incluso mujeres- destinan horas y horas a lo que se conoce popularmente como “el chupe”, en donde me asalta la curiosidad en cómo conciben la vida, el tiempo, el espacio, el amor, pero sobre todo si son conscientes de ser probablemente alcohólicos, porque cuando se bebe entre semana y a cualquier hora, es porque con toda seguridad se tiene un problema, la ingobernabilidad es latente, y la realidad de la penosa adicción es inevitable.

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A estas personas conviene recomendarles “pedir ayuda”, porque con el crecimiento y desarrollo de nuestra ciudad, ahora se cuenta con excelentes profesionales en la psiquiatría y la psicología, como también diversos tipos de terapia individual y colectivo, incluida la eficaz reunión diaria de Alcohólicos Anónimos, que actualmente cuenta con grupos tan tradicionales como el Casanare, o uno para jóvenes como “Mis primero cien” –un total de seis (6) grupos en Yopal- en donde se maneja la premisa que nadie bebe por beber, ni siquiera por diversión, sino porque tiene algo que le incomoda, le afecta, le ocasiona inevitablemente “un quiebre en el alma”.

Las entidades gubernamentales territoriales deben iniciar con la formulación, implementación y evaluación de políticas públicas para afrontar las adicciones –en este caso el alcohol-  en donde se inicie un proceso de formación a niños, niñas y adolescentes, para prevenir y afrontar esta penosa enfermedad del alcoholismo, como también iniciar con planes, programas y proyectos para las diferentes edades, en donde lo fundamental es dejar de ver como “normal” el consumo de alcohol, atrevernos a cambiar esta desastrosa cultura en nuestra ciudad, en donde emborracharse -entre semana y a cualquier hora- no solo es habitual sino bien visto, cuando por el contrario la ingesta de alcohol anticipa el derrumbamiento de vidas enteras.

Coletilla: Este Columnista no es ajeno a este problema del consumo, porque lo padecí en los otrora años de mi juventud, inmerso en Yopal por esa cultura “del chupe”, o la aterradora premisa de “tomarnos una para la sed”, que a finales del Siglo pasado me obligó a pedir ayuda, consolidando una vida plena y realizada –sin faltar los problemas- logrando hasta ahora no tomar una sola gota de alcohol, pero que –lo confieso- ocasionó a largo y mediano plazo ciertas afectaciones a mi salud.

Es más, a esos usuales consumidores de alcohol en el mencionado supermercado, conviene recordarle que una mala alimentación y un consumo constante de alcohol, se convierte en un detonante explosivo para un infarto, que le ocasionó recientemente la muerte a un amigo y comerciante de Yopal, por lo que aún es tiempo de reflexionar y pedir ayuda para vivir una vida en sobriedad.

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Opinión

Doy fe de la sencillez y humanidad del desaparecido senador Miguel Uribe

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Por: Juan Carlos Niño Niño – Asesor Legislativo – Escritor.

Una de las lecciones que le aprendí al psicólogo Jairo Estupiñán –quien me ayudó a superar el miedo a la famosa “Bruja de Balconcitos”- fue a concebir a las personas como seres humanos, no como entes perfectos sino como individuos de carne y hueso, con grandes aciertos y tremendas equivocaciones, porque los colombianos tenemos la tendencia de idealizar a las personas, pretender que sean seres inmaculados, probablemente como el ideal de lo que nunca seremos, porque de manera contradictoria nos reservamos el derecho a equivocarnos, incluso minimizando nuestras constantes faltas, esperando la rápida y plena absolución de la sociedad.

Los personajes de la vida pública no están exentos de esta radiografía, y mucho menos individuos tan diversos y complejos como los políticos, iniciando por ejemplo con el líder inmolado Luis Carlos Galán Sarmiento, quien detrás de esa imagen tan humana y sencilla de las campañas –atribuida a su esposa y estratega  Gloria Pachón- muchos periodistas de aquella época lo recuerdan como un Senador soberbio y distante, que no caminaba sino que levitaba por los pasillos del Congreso, lo que de ninguna manera resta su brillante carrera política, más su tremendo legado para la transformación democrática de nuestro País.

Lo confieso: siempre me han intrigado los Congresistas de izquierda –también seres humanos- porque cualquiera podría suponer que son totalmente sencillos y afables a cualquier requerimiento de un ciudadano, pero seguramente por su sentido del deber y la constante tensión que viven a diario, son en su mayoría más bien personas metódicas y podría decirse que distantes, lo que en nada desdice –al igual que Galán Sarmiento- de su convicción y constante trabajo por la Nación, pero que muchas veces son tan ortodoxos en su manera de pensar, que ante cualquier favor de un seguidor político, no dudan en responder que no se prestan para ningún tipo de “tráfico de influencias”, lo que es absolutamente entendible ante la Constitución y la Ley, pero que de alguna manera desconoce esa línea tan delgada, porque sin duda la “gestión” –siempre y cuando sea honesta- es un condimento que le da más “sabor” a la política.

La tragedia del Senador Miguel Uribe Turbay –que tuvo como desenlace su fallecimiento- ha dado para que se cuestione supuestamente lo difícil de su personalidad, en donde se atribuye cierta soberbia al legislador, incluso acudiendo a imperdonables descalificativos y epítetos, que provienen del fanatismo y crueldad de sus contradictores, pero que se alejan de la premisa fundamental de esta Columna:

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Miguel Uribe Turbay era un ser humano, no una persona perfecta, como cualquiera de nosotros, y su aparente carácter complejo provenía más de su constancia y rigurosidad en el trabajo, un hombre perfeccionista que no toleraba cualquier omisión en el trámite legislativo –establecido en la Ley 5 de 1992- y que hacia respetar sus derechos al ser de oposición, como cuando rindió ponencia negativa a la reforma tributaria o adición presupuestal, y eso es precisamente tener principios y convicciones en la vida.

A lo largo de casi tres años, tuve la oportunidad de compartir varias veces con el Senador Miguel Uribe, en donde espontáneamente me demostró su gran calidez humana, como cuando nos encontramos en un pasillo del Capitolio Nacional, y me dijo con sumo entusiasmo que había avalado un Artículo nuevo del Senador José Vicente Carreño -para su entrañable y trabajado proyecto de ley el “Día sin IVA”- consistiendo este Artículo en prohibir que una semana antes de esta jornada, los establecimientos le subieran a sus productos, por lo que no dudó en que le grabara una invitación para que se leyera mi próxima Columna Dominical sobre el tema.

Pero lo que nunca esperé fue su gesto afable y solidario -no tenía por qué hacerlo- cuando en una Plenaria del Senado, Uribe Turbay presenció la molestia con este Columnista, por parte de uno de los miembros de la Mesa Directiva, quien me pidió salir “ipso facto” del recinto –advirtiéndome que no era Senador- a lo que el Uribe Turbay reaccionó de inmediato, tomándome con amabilidad del brazo para invitar a un café, contándome de un momento a otro que pensaba radicar nuevamente el proyecto de ley del “Día sin IVA” -ajustando las observaciones de la Corte Constitucional- y que de una vez iba a incluir en el articulado la mencionada proposición de Carreño.

Lo confieso: el Senador Miguel Uribe me salvó de un momento bastante infortunado, y eso solo lo hacen los buenos seres humanos, no sin antes aclarar que volví a hablar con el miembro de la Mesa Directiva -con la intermediación del Senador Carreño- y afortunadamente todo quedó en buenos términos, porque entre otras cosas le reconocí al mismo los válidos motivos de su incomodidad.  

Coletilla: Con esa misma actitud afable y generosa, estaba el Senador Miguel Uribe pronunciando antes del atentado su discurso en Fontibón,  en donde la validez de las palabras se derrumba por la inmisericorde violencia, y que ahora se hace más latente con los agresivos cuestionamientos a su persona en las redes sociales –que caen en la degradación- lo que pone a pensar largo rato a este Columnista, en el sentido de que el Gobierno Nacional saliente, nos sumergió en un constante discordia y confrontación, que sin duda tomará muchos pero muchos años lograr superar. 

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